intuitivamente sentían que debía ser así y para mí misma que siempre intento buscar demostraciones visibles a los ojos físicos.
El experimento consistió en coger dos tallos de la misma planta, idénticos en tamaño y estado y cortados el mismo día (siento no poder aportar las primeras fotos). Los mantuve inmersos en agua, en el mismo lugar, con las mismas condiciones de luz y calor, pero en diferentes vasos; en uno de los vasos puse una nota
en su base en la que ponía "odio" y en el otro vaso "amor". Después de unos días dirigiendo sentimientos de odio hacia el vaso que tenía la nota escrita de "odio" y sentimientos de amor hacia el vaso que tenía la nota de "amor", el resultado está a la vista: el tallo que recibió odio se secó completamente y el que recibió amor, aunque se secó por el extremo, consiguió mantenerse vivo y además desarrolló un nuevo brote.
Este experimento me ha hecho aún más consciente del poder de las palabras y sentimientos que dirigimos hacia los demás. Se me ocurre pensar, que cuando miramos a un indigente con desprecio, le estamos hundiendo más en su desgracia y que si nuestros sentimientos, por el contrario, son compasivos y de amor estamos contribuyendo a su bien de alguna manera.
Rosa S. Madueño